27 de junio de 2019

"Despolítica ambiental"



La falta de política define la política en el tema ambiental

Estamos asistiendo los uruguayos en este 2019 a una campaña centrada  en la generación de hechos políticos sobre circunstancias baladíes, como el lugar de residencia de un candidato, o jugosos reportes sobre lo que los candidatos expresan unos de los otros. Todo dentro de campañas más o menos masivas de propaganda, con alegres jingles que promocionan y pretenden instalar la imagen y los nombres de los partidos, sectores y candidatos en los votantes.

Más allá de la mención, no se tratan en la campaña los temas que definen que Uruguay, si alguno, tendremos en el futuro.

Incluso cuando se mencionan, temas como seguridad, empleo, educación y política fiscal, los más importantes de acuerdo a las encuestas de opinión,  no se va más allá  de nombrarlos y tratarlos superficialmente, como si se refirieran a ellos por compromiso o para cumplir con una formalidad.

Los temas ambientales han cobrado protagonismo en la prensa, por los graves problemas del agua, en especial por la proliferación de las cianobacterias y puntualmente por los planes de instalar una planta de celulosa sobre el río Negro; pero observando la campaña electoral en esta etapa de “internas” vemos que el ambiente está ausente.

Es claro que lo ambiental está invisibilizado en la campaña, lo que es más, lo que debiera ser una política ambiental está débilmente tratado, incluso en los programas que han presentado la mayoría de los partidos y sectores políticos.

En esta campaña casi todos los programas presentados incluyen una sección o capítulo ambiental separado del área de desarrollo. En esa sección ambiental, que generalmente tiene buenos enunciados, mayormente se incluyen propuestas de acciones concretas en algunos puntos y se menciona repetidamente la “sustentabilidad ambiental”

Al respecto de la sustentabilidad, se la menciona, pero no se incluye una propuesta de sostenibilidad ambiental indispensable para que el llamado "desarrollo" no sea solo el camino al agotamiento y degradación de los recursos naturales, que comenzando por los básicos del agua el suelo y el aire son la base de cualquier proceso productivo e incluso de la vida.

Algún programa incluso expresa claramente que en la aprobación de proyectos se “priorizarán” los que sean “ambientalmente sustentables” dejando así abierta la puerta a aprobar también aquellos que no lo sean.

Un punto común a los programas, es que lo territorial no se analiza conjuntamente con lo ambiental.
Ciertamente, ningún programa llama a mejorar los instrumentos de ordenamiento territorial que fueron incorporados  a nuestra legislación por la ley 18308 de 2008; los que han sido degradados e incluso anulados por la ley 19525 de 2017 y que perderán aún más efectividad de aprobarse el proyecto de ley denominado “Directriz Nacional de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible del Espacio Costero del Océano Atlántico y del Río de la Plata”, presentado en 2015 y cuyo tratamiento, sin la necesaria discusión, se ha acelerado en los últimos meses de la presente legislatura.

El aspecto territorial del ambiente es entonces algo así como la cenicienta de los temas ambientales y uno que recibe aún menos atención en la campaña y los programas políticos, sin atender de que el ambiente y el territorio son en realidad una unidad física indisoluble.

A la invisibilidad ambiental en la campaña contribuye también el hecho de que la institucionalidad ambiental nacional es difusa, redundante y hasta caótica. En este tema hay en algunos programas, pero no en las declaraciones de campaña, una tímida idea de eliminar al menos los engendros creados en la última ley presupuestal por la que se generó una secretaría de Cambio Climático, agua y otras yerbas en la órbita de Presidencia.

Podemos agregar que en esa misma ley se creó en el tema ambiental una Dirección de Cambio Climático en el MVOTMA de cuya existencia poco se sabe, lo que podría ser la razón para que ningún programa político siquiera la nombre.

Siempre sobre el tema de la invisibilidad ambiental en la campaña, en algunos programas políticos se incluye, cual bala de plata para los problemas ambientales, crear un ministerio específico para el ambiente. Eso, que ya en los programas se reduce a renombrar a la actual DINAMA sumándole en algunos casos alguna otra unidad del MVOTMA o los funcionarios incorporados para la secretaría creada en Presidencia no ataca la raíz del problema.

Queda claro entonces que la sustentabilidad ambiental, no es prioridad ni prioritaria en la miope visión política electoral y los candidatos evitan definirse y mostrar abiertamente su pensamiento en estos temas. Temas sobre los que de ser electos deberán tomar decisiones ya que el nivel de degradación ambiental del Uruguay, especialmente notable en las aguas superficiales, no admite ni hacer la plancha ni continuar impulsando ciegamente por los motivos que sea, proyectos como el denominado UPM2.

Hace un tiempo alguien dijo que el Uruguay estaba al borde del precipicio y se aprestaba a dar un decisivo paso adelante; hoy yo le agregaría con los ojos vendados, o al menos mirando hacia otro lado y haciéndonos los distraídos.

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