La falta de política define la política en el tema ambiental
Estamos asistiendo los
uruguayos en este 2019 a una campaña centrada
en la generación de hechos políticos sobre circunstancias baladíes, como
el lugar de residencia de un candidato, o jugosos reportes sobre lo que los
candidatos expresan unos de los otros. Todo dentro de campañas más o menos
masivas de propaganda, con alegres jingles que promocionan y pretenden instalar
la imagen y los nombres de los partidos, sectores y candidatos en los votantes.
Más allá de la mención,
no se tratan en la campaña los temas que definen que Uruguay, si alguno, tendremos
en el futuro.
Incluso cuando se
mencionan, temas como seguridad, empleo, educación y política fiscal, los más
importantes de acuerdo a las encuestas de opinión, no se va más allá de nombrarlos y tratarlos superficialmente,
como si se refirieran a ellos por compromiso o para cumplir con una formalidad.
Los temas ambientales han cobrado protagonismo en
la prensa, por los graves problemas del agua, en especial por la proliferación
de las cianobacterias y puntualmente por los planes de instalar una planta de
celulosa sobre el río Negro; pero observando la campaña electoral en esta etapa de
“internas” vemos que el ambiente está ausente.
Es claro que lo ambiental
está invisibilizado en la campaña, lo que es más, lo que debiera ser una
política ambiental está débilmente tratado, incluso en los programas que han
presentado la mayoría de los partidos y sectores políticos.
En esta campaña casi
todos los programas presentados incluyen una sección o capítulo
ambiental separado del área de desarrollo. En esa sección ambiental, que
generalmente tiene buenos enunciados, mayormente se incluyen propuestas de
acciones concretas en algunos puntos y se menciona repetidamente la
“sustentabilidad ambiental”
Al respecto de la
sustentabilidad, se la menciona, pero no se incluye una propuesta de
sostenibilidad ambiental indispensable para que el llamado "desarrollo" no sea
solo el camino al agotamiento y degradación de los recursos naturales, que
comenzando por los básicos del agua el suelo y el aire son la base de cualquier
proceso productivo e incluso de la vida.
Algún programa incluso
expresa claramente que en la aprobación de proyectos se “priorizarán” los que
sean “ambientalmente sustentables” dejando así abierta la puerta a aprobar
también aquellos que no lo sean.
Un punto común a los
programas, es que lo territorial no se analiza conjuntamente con lo ambiental.
Ciertamente, ningún programa llama a mejorar
los instrumentos de ordenamiento territorial que fueron incorporados a nuestra legislación por la ley 18308 de
2008; los que han sido degradados e incluso anulados por la ley 19525 de 2017 y
que perderán aún más efectividad de aprobarse el proyecto de ley denominado “Directriz Nacional de Ordenamiento
Territorial y Desarrollo Sostenible del Espacio Costero del Océano Atlántico y
del Río de la Plata”, presentado en 2015 y cuyo tratamiento, sin la
necesaria discusión, se ha acelerado en los últimos meses de la presente
legislatura.
El aspecto territorial del ambiente es entonces algo así
como la cenicienta de los temas ambientales y uno que recibe aún menos atención
en la campaña y los programas políticos, sin atender de que el ambiente y el
territorio son en realidad una unidad física indisoluble.
A la invisibilidad ambiental en la campaña
contribuye también el hecho de que la institucionalidad ambiental nacional es
difusa, redundante y hasta caótica. En este tema hay en algunos programas, pero
no en las declaraciones de campaña, una tímida idea de eliminar al menos los
engendros creados en la última ley presupuestal por la que se generó una
secretaría de Cambio Climático, agua y otras yerbas en la órbita de
Presidencia.
Podemos agregar que en esa misma ley se creó en el
tema ambiental una Dirección de Cambio Climático en el MVOTMA de cuya
existencia poco se sabe, lo que podría ser la razón para que ningún programa
político siquiera la nombre.
Siempre sobre el tema de la invisibilidad ambiental
en la campaña, en algunos programas políticos se incluye, cual bala de plata
para los problemas ambientales, crear un ministerio específico para el
ambiente. Eso, que ya en los programas se reduce a renombrar a la actual DINAMA
sumándole en algunos casos alguna otra unidad del MVOTMA o los funcionarios
incorporados para la secretaría creada en Presidencia no ataca la raíz del
problema.
Queda claro entonces que
la sustentabilidad ambiental, no es prioridad ni prioritaria en la miope visión
política electoral y los candidatos evitan definirse y mostrar abiertamente
su pensamiento en estos temas. Temas sobre los que de ser electos deberán tomar
decisiones ya que el nivel de degradación ambiental del Uruguay, especialmente
notable en las aguas superficiales, no admite ni hacer la plancha ni continuar
impulsando ciegamente por los motivos que sea, proyectos como el denominado
UPM2.
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