Ya han pasado más de 15 días del desgraciado terremoto y tsunami en Japón. Desde entonces el número de muertos se acerca a los 10.000 y hay aún un gran número de desaparecidos. La magnitud de la tragedia se ve cuando el gobierno japonés anuncia que hará entierros masivos y que tomará fotografías y muestras de ADN para identificar después los cuerpos.
Mientras tanto, la infraestructura esta siendo recuperada, las vías de comunicación reabiertas e incluso instalaciones industriales y refinerías que habían sufrido daños e incendios están siendo reparadas. Algunas ya operan aunque sea parcialmente.
Caso aparte son las centrales termonucleares más cercanas al epicentro del terremoto.
Quizá ese sea el punto del territorio afectado donde mas esfuerzos se han realizado para limitar los daños y durante varios días el tema de la emergencia nuclear opacó en la prensa incluso los efectos mas humanos de la tragedia.
Hoy el vocablo Fukushima se ha incorporado a nuestro lenguaje y su significado es reconocible por gente de todas las edades y niveles sociales. Si bien el tema ya no ocupa las primeras planas, esta presente a diario en todos los medios de prensa.
La situación desatada en Japón a partir del terremoto y tsunami subsiguiente ha evidenciado la fragilidad de las instalaciones nucleares en uno de los países mas avanzados y cuya apuesta por lo nuclear es de las mayores del mundo.
Hasta el terremoto, Japón ha sido citado repetidas veces como ejemplo del desarrollo responsable de la tecnología nuclear de potencia y sus instalaciones visitadas incluso por legisladores uruguayos, a los que se les aseguró que eran capaces hasta de resistir un ataque nuclear.
Incluso su sistema de tratamiento parcial de los residuos nucleares, el mismo que hoy hace tan peligroso el reactor 3 de la central de Fukushima parcialmente cargado con plutonio, ha sido elogiado repetidamente y propuesto como el camino a seguir para la lograr la sostenibilidad en el tiempo de la generación termonuclear de electricidad, que depende de un recurso finito como es el Uranio.
También ha quedado en evidencia la cadena de hechos que pueden generar este tipo de catástrofe y que la misma puede darse incluso sin terremoto.
Basta con que se desconecte un reactor de su sistema generador para que no cuente con la electricidad para mantener su sistema de enfriamiento. Similar a como un auto que con el motor apagado no puede cargar su batería. El sistema debe ser entonces abastecido por la red eléctrica, pasando de generador a usuario de la red. Si esa red falla, por la razón que sea, entonces queda recurrir a la generación local de emergencia mediante equipos diesel pero si esa fallara o se encontrara por ejemplo en mantenimiento, entonces no se tiene energía para enfriar el núcleo y el sistema se recalienta con posibilidad de daños, emisión de radiación y liberación de sustancias radiactivas.
También se ha visto que la práctica de mantener el combustible usado en piletas dentro de la planta para su enfriamiento, como hacen las seis plantas operando en América Latina a falta de mejor lugar y medios técnicos para disponer adecuadamente de ellos, genera otra posible fuente de contaminación, si por la razón que sea esas piletas quedan con poca agua y especialmente si los desechos quedan expuestos a la atmósfera.
Algunos “especialistas” criollos a los que algún jerarca ha definido como “fanáticos nucleares”, entre ellos varios que conforman la comisión multipartidaria para el estudio de la “eventual” implementación de un programa nucleoeléctrico en Uruguay, han declarado ante todo el que prestó su oído para escucharlos que lo sucedido en Japón nunca podría pasar aquí.
Hasta hace una semana lo irrepetible era lo de Chernobil, fruto de la irresponsabilidad e incompetencia del régimen soviético hoy convenientemente difunto.
De pronto, Japón pasó de ser un ejemplo en planificación, alta tecnología y manejo del ciclo de combustible nuclear, a un poco cuidadoso complejo industrial que se impuso al sistema gubernamental de control. Así se evidencia hoy que las empresas operadoras de las plantas termonucleares falsearon sus informes de seguridad, no realizaron los chequeos previstos y en el diseño no consideró adecuadamente el nivel de riesgo ante fenómenos naturales.
Basta leer las publicaciones y presentaciones hechas por “expertos” locales, incluso ante el Senado de la República, con presentaciones cuasi comerciales sobre el tipo y modelo de central temonuclear que Uruguay “necesita”, para ver el alto concepto que se tenía del sistema nuclear japonés.
Hoy algunos de esos “expertos” abogan fue un error construir las centrales en la costa, olvidando que es en la costa donde se encuentran no solo los 55 reactores japoneses sino también, por ejemplo las dos brasileñas instaladas en el balneario de Angra do Reis o las mejicanas de Laguna Verde, solo por citar algunos ejemplos.
Otros nos tratan de explicar que a pesar del terremoto, 40 reactores en unas 15 centrales japonesas continuaron en operación “olvidando” que dado el tamaño y forma del archipiélago japonés muchas se encuentran a mas de 1000kmts de la zona afectada. De igual forma el terremoto que ocurrió en Chile en 2010 no afectó las centrales argentinas de Embalse y Atucha y eso no quiere decir que estas sean más seguras que las japonesas.
Finalmente a falta de mayores argumentos algunos connotados líderes políticos, seguramente asesorados por sus “expertos”, comentan en la prensa que Uruguay se halla rodeado por las centrales termonucleares mercosurianas de Argentina y Brasil por lo que no tener una propia no elimina el riesgo de sufrir las consecuencias de un accidente nuclear.
Lo cierto es que Atucha en Argentina está a 70Kmts de la frontera pero solo a 30 de la zona norte del gran Buenos Aires.
¿Porqué está allí?
Solo porque a fines de los 60's algunos ingenieros decidieron que no querían tener que irse muy lejos a trabajar diariamente. La otra central argentina está en Córdoba a casi 600kmts de Uruguay pero muy cerca de la ciudad de Cordoba. Las brasileñas están cerca de Río de Janeiro a casi 2000 kmts de nuestro territorio. Mientras los estados de sur de Brasil, Rio Grande, Santa Catarina y Parana se han declarado por ley libres de centrales nucleares.
Como último recurso, incluso algunos “expertos” hablan de que en Uruguay existe un miedo irracional hacia la energía nuclear en un intento de etiquetar como cobardes a aquellos que no ven en la opción nuclear la panacea que esos “expertos” pregonan.
Quizá, dejando de lado incluso el desgraciado accidente de Fukushima, lo mas adecuado sea preguntarse si es verdaderamente necesario que se implante en nuestro país una central termonuclear para generar electricidad. Seguramente un país con menos de cuatro millones de personas en un territorio mayor al de Inglaterra, donde viven más de cincuenta millones, puede tener otras opciones.
Hoy la decisión sobre la posibilidad de poner en marcha un eventual programa nucleoeléctrico está a la espera del asesoramiento de la comisión multipartidaria creada por el decreto 598/2008 la cual fue dotada en el presupuesto nacional de casi un millón de dólares para llevar adelante la primera etapa del estudio.
Contrario incluso a las recomendaciones de la Organización Internacional Energía Atómica (OIEA), muchos integrantes de esa comisión tienen una postura definida de antemano y públicamente conocida sobre el tema.
Esa situación que limita grandemente el tratamiento objetivo del tema debiera ser revisada por los partidos políticos que los designaron, especialmente si los involucrados, cuyos nombres están en la prensa, no se excusan y renuncian a formar parte de esa comisión como corresponde a ciudadanos de honor.
Raúl E. Viñas
Mientras tanto, la infraestructura esta siendo recuperada, las vías de comunicación reabiertas e incluso instalaciones industriales y refinerías que habían sufrido daños e incendios están siendo reparadas. Algunas ya operan aunque sea parcialmente.
Caso aparte son las centrales termonucleares más cercanas al epicentro del terremoto.
Quizá ese sea el punto del territorio afectado donde mas esfuerzos se han realizado para limitar los daños y durante varios días el tema de la emergencia nuclear opacó en la prensa incluso los efectos mas humanos de la tragedia.
Hoy el vocablo Fukushima se ha incorporado a nuestro lenguaje y su significado es reconocible por gente de todas las edades y niveles sociales. Si bien el tema ya no ocupa las primeras planas, esta presente a diario en todos los medios de prensa.
La situación desatada en Japón a partir del terremoto y tsunami subsiguiente ha evidenciado la fragilidad de las instalaciones nucleares en uno de los países mas avanzados y cuya apuesta por lo nuclear es de las mayores del mundo.
Hasta el terremoto, Japón ha sido citado repetidas veces como ejemplo del desarrollo responsable de la tecnología nuclear de potencia y sus instalaciones visitadas incluso por legisladores uruguayos, a los que se les aseguró que eran capaces hasta de resistir un ataque nuclear.
Incluso su sistema de tratamiento parcial de los residuos nucleares, el mismo que hoy hace tan peligroso el reactor 3 de la central de Fukushima parcialmente cargado con plutonio, ha sido elogiado repetidamente y propuesto como el camino a seguir para la lograr la sostenibilidad en el tiempo de la generación termonuclear de electricidad, que depende de un recurso finito como es el Uranio.
También ha quedado en evidencia la cadena de hechos que pueden generar este tipo de catástrofe y que la misma puede darse incluso sin terremoto.
Basta con que se desconecte un reactor de su sistema generador para que no cuente con la electricidad para mantener su sistema de enfriamiento. Similar a como un auto que con el motor apagado no puede cargar su batería. El sistema debe ser entonces abastecido por la red eléctrica, pasando de generador a usuario de la red. Si esa red falla, por la razón que sea, entonces queda recurrir a la generación local de emergencia mediante equipos diesel pero si esa fallara o se encontrara por ejemplo en mantenimiento, entonces no se tiene energía para enfriar el núcleo y el sistema se recalienta con posibilidad de daños, emisión de radiación y liberación de sustancias radiactivas.
También se ha visto que la práctica de mantener el combustible usado en piletas dentro de la planta para su enfriamiento, como hacen las seis plantas operando en América Latina a falta de mejor lugar y medios técnicos para disponer adecuadamente de ellos, genera otra posible fuente de contaminación, si por la razón que sea esas piletas quedan con poca agua y especialmente si los desechos quedan expuestos a la atmósfera.
Algunos “especialistas” criollos a los que algún jerarca ha definido como “fanáticos nucleares”, entre ellos varios que conforman la comisión multipartidaria para el estudio de la “eventual” implementación de un programa nucleoeléctrico en Uruguay, han declarado ante todo el que prestó su oído para escucharlos que lo sucedido en Japón nunca podría pasar aquí.
Hasta hace una semana lo irrepetible era lo de Chernobil, fruto de la irresponsabilidad e incompetencia del régimen soviético hoy convenientemente difunto.
De pronto, Japón pasó de ser un ejemplo en planificación, alta tecnología y manejo del ciclo de combustible nuclear, a un poco cuidadoso complejo industrial que se impuso al sistema gubernamental de control. Así se evidencia hoy que las empresas operadoras de las plantas termonucleares falsearon sus informes de seguridad, no realizaron los chequeos previstos y en el diseño no consideró adecuadamente el nivel de riesgo ante fenómenos naturales.
Basta leer las publicaciones y presentaciones hechas por “expertos” locales, incluso ante el Senado de la República, con presentaciones cuasi comerciales sobre el tipo y modelo de central temonuclear que Uruguay “necesita”, para ver el alto concepto que se tenía del sistema nuclear japonés.
Hoy algunos de esos “expertos” abogan fue un error construir las centrales en la costa, olvidando que es en la costa donde se encuentran no solo los 55 reactores japoneses sino también, por ejemplo las dos brasileñas instaladas en el balneario de Angra do Reis o las mejicanas de Laguna Verde, solo por citar algunos ejemplos.
Otros nos tratan de explicar que a pesar del terremoto, 40 reactores en unas 15 centrales japonesas continuaron en operación “olvidando” que dado el tamaño y forma del archipiélago japonés muchas se encuentran a mas de 1000kmts de la zona afectada. De igual forma el terremoto que ocurrió en Chile en 2010 no afectó las centrales argentinas de Embalse y Atucha y eso no quiere decir que estas sean más seguras que las japonesas.
Finalmente a falta de mayores argumentos algunos connotados líderes políticos, seguramente asesorados por sus “expertos”, comentan en la prensa que Uruguay se halla rodeado por las centrales termonucleares mercosurianas de Argentina y Brasil por lo que no tener una propia no elimina el riesgo de sufrir las consecuencias de un accidente nuclear.
Lo cierto es que Atucha en Argentina está a 70Kmts de la frontera pero solo a 30 de la zona norte del gran Buenos Aires.
¿Porqué está allí?
Solo porque a fines de los 60's algunos ingenieros decidieron que no querían tener que irse muy lejos a trabajar diariamente. La otra central argentina está en Córdoba a casi 600kmts de Uruguay pero muy cerca de la ciudad de Cordoba. Las brasileñas están cerca de Río de Janeiro a casi 2000 kmts de nuestro territorio. Mientras los estados de sur de Brasil, Rio Grande, Santa Catarina y Parana se han declarado por ley libres de centrales nucleares.
Como último recurso, incluso algunos “expertos” hablan de que en Uruguay existe un miedo irracional hacia la energía nuclear en un intento de etiquetar como cobardes a aquellos que no ven en la opción nuclear la panacea que esos “expertos” pregonan.
Quizá, dejando de lado incluso el desgraciado accidente de Fukushima, lo mas adecuado sea preguntarse si es verdaderamente necesario que se implante en nuestro país una central termonuclear para generar electricidad. Seguramente un país con menos de cuatro millones de personas en un territorio mayor al de Inglaterra, donde viven más de cincuenta millones, puede tener otras opciones.
Hoy la decisión sobre la posibilidad de poner en marcha un eventual programa nucleoeléctrico está a la espera del asesoramiento de la comisión multipartidaria creada por el decreto 598/2008 la cual fue dotada en el presupuesto nacional de casi un millón de dólares para llevar adelante la primera etapa del estudio.
Contrario incluso a las recomendaciones de la Organización Internacional Energía Atómica (OIEA), muchos integrantes de esa comisión tienen una postura definida de antemano y públicamente conocida sobre el tema.
Esa situación que limita grandemente el tratamiento objetivo del tema debiera ser revisada por los partidos políticos que los designaron, especialmente si los involucrados, cuyos nombres están en la prensa, no se excusan y renuncian a formar parte de esa comisión como corresponde a ciudadanos de honor.
Raúl E. Viñas