18 de febrero de 2023

Política y ambientalismo

El semanario Voces en su edición del 16 de febrero incluyó columnas sobre el tema del ambientalismo en la política uruguaya. 

El disparador del tema fue la renuncia del Diputado Eduardo Lust al Partido Cabildo Abierto y sus manifestaciones en el sentido de tener la intención de formar un partido "Ambientalista Constitucional"
 

Ambientalismo. ¿Sí o No?

El sistema político uruguayo se caracteriza por ser uno de partidos. Unas pocas grandes formaciones explican estadísticamente más del 90% de los votos en cada elección. Representando ideologías e ideas que van desde la derecha a la izquierda más tradicionales, la mayoría tienen arraigo, tradición y potencia económica que permiten mantener ese statu quo.

En ninguno de esos partidos ha sido posible tengan un espacio más que simbólico  las ideas ambientalistas y menos aún las ecologistas. No hay ningún sector en los grandes partidos del Uruguay que siquiera se denomine ambientalista o ecologista. La razón de ello es clara, para esos partidos las ideas del ambientalismo y el ecologismo, si bien atractivas para parte sus votantes, son muchas veces un problema cuando se trata de lograr los resultados de corto plazo con los que procuran ir de elección a elección.

Así las promesas ambientalistas que se puedan hacer en campaña se chocan contra un muro infranqueable cuando llega el momento de las leyes de presupuesto y las rendiciones de cuentas, las que marcan la verdadera medida del compromiso ambiental.

Eso porque los gobiernos y los partidos, aún en la oposición, necesitan manejar expectativas y generar hechos  para los que necesitan del concurso de fuerzas económicas que, impulsadas por un justificable afán de lucro, pretenden ventajas, por ejemplo en el acceso a recursos, sin tener en cuenta consideraciones ambientales ni la situación más allá de su horizonte temporal de operación.  

El ambientalismo no es contrario al desarrollo, pero pretende que ese “desarrollo” se logre atendiendo en el largo plazo a la sostenibilidad y en el corto a la generación de condiciones que mantengan o mejoren la calidad de vida de los humanos y los otros seres con que compartimos el planeta.

Los criterios y la visión ambientalista suman racionalidad a  las políticas de largo plazo, atendiendo a las condiciones y perspectivas de una región o un país y analizando en forma integral las opciones y propuestas relacionándolas con el conjunto de acciones que ya se realizan en un territorio

Un límite del ambientalismo es que no todas las propuestas de “desarrollo” son aceptables ambientalmente, no siempre es posible remediar los efectos negativos de un proyecto y en ese caso la propuesta debe ser rechazada. Eso para algunos es llegar puntualmente al ecologismo más radical, pero que en realidad es el reconocimiento de la inconveniencia de un plan o propuesta.

Ejemplo de ello fue la propuesta de Aratirí en su momento de extraer hierro a cielo abierto, destruyendo el ambiente y por ello sin sostenibilidad. Algo inadecuado para nuestro  territorio que una visión ambientalista habría rechazado de plano, evitando al país, entre otras cosas, los costosos juicios que todavía están en proceso en cortes internacionales.

Evidentemente la visión ambientalista tiene mucho para sumar en el sistema de toma de decisiones agregando racionalidad y una visión de largo plazo que escapa al horizonte de elecciones quinquenales que constriñen al sistema político.

El ambientalismo funciona mejor y es más aplicable en ámbitos de decisión colegiados, abiertos al control ciudadano, con estructuras y procesos de control protocolizados y efectivos. Está demostrado que uno de sus mayores enemigos son las decisiones unipersonales y sin control de pares, como son en nuestro país los contratos que por decreto pueden negociar y firmar con empresas  el Presidente de la República y su Secretario, comprometiendo en el proceso al país, incluso en lo ambiental, más allá de su período de gobierno. Una estructura jurídica que ya se trate de ambientalistas o no, es necesario desmantelar.



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