El disparador del tema fue la renuncia del Diputado Eduardo Lust al Partido Cabildo Abierto y sus manifestaciones en el sentido de tener la intención de formar un partido "Ambientalista Constitucional"
Ambientalismo. ¿Sí o No?
El sistema político uruguayo se caracteriza por ser uno de partidos. Unas pocas grandes formaciones explican estadísticamente más del 90% de los votos en cada elección. Representando ideologías e ideas que van desde la derecha a la izquierda más tradicionales, la mayoría tienen arraigo, tradición y potencia económica que permiten mantener ese statu quo.
En ninguno de esos partidos ha sido posible tengan un
espacio más que simbólico las ideas
ambientalistas y menos aún las ecologistas. No hay ningún sector en los grandes
partidos del Uruguay que siquiera se denomine ambientalista o ecologista. La
razón de ello es clara, para esos partidos las ideas del ambientalismo y el
ecologismo, si bien atractivas para parte sus votantes, son muchas veces un
problema cuando se trata de lograr los resultados de corto plazo con los que procuran
ir de elección a elección.
Así las promesas ambientalistas que se puedan hacer en campaña se chocan contra
un muro infranqueable cuando llega el momento de las leyes de presupuesto y las
rendiciones de cuentas, las que marcan la verdadera medida del compromiso
ambiental.
Eso porque los gobiernos y los partidos, aún en la oposición, necesitan manejar
expectativas y generar hechos para los
que necesitan del concurso de fuerzas económicas que, impulsadas por un
justificable afán de lucro, pretenden ventajas, por ejemplo en el acceso a
recursos, sin tener en cuenta consideraciones ambientales ni la situación más
allá de su horizonte temporal de operación.
El ambientalismo no es contrario al desarrollo, pero pretende
que ese “desarrollo” se logre atendiendo en el largo plazo a la sostenibilidad
y en el corto a la generación de condiciones que mantengan o mejoren la calidad
de vida de los humanos y los otros seres con que compartimos el planeta.
Los criterios y la visión ambientalista suman racionalidad a las políticas de largo plazo, atendiendo a
las condiciones y perspectivas de una región o un país y analizando en forma
integral las opciones y propuestas relacionándolas con el conjunto de acciones
que ya se realizan en un territorio
Un límite del ambientalismo es que no todas las
propuestas de “desarrollo” son aceptables ambientalmente, no siempre es posible
remediar los efectos negativos de un proyecto y en ese caso la propuesta debe
ser rechazada. Eso para algunos es llegar puntualmente al ecologismo más
radical, pero que en realidad es el reconocimiento de la inconveniencia de un
plan o propuesta.
Ejemplo de ello fue la propuesta de Aratirí en su momento de extraer hierro a
cielo abierto, destruyendo el ambiente y por ello sin sostenibilidad. Algo
inadecuado para nuestro territorio que
una visión ambientalista habría rechazado de plano, evitando al país, entre
otras cosas, los costosos juicios que todavía están en proceso en cortes
internacionales.
Evidentemente la visión ambientalista tiene mucho para sumar en el sistema de
toma de decisiones agregando racionalidad y una visión de largo plazo que
escapa al horizonte de elecciones quinquenales que constriñen al sistema
político.
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