29 de enero de 2012

Chau 2011

Bueno, un año más.
Generalmente es esta una época de balances.
El 2011 nos mostró en marzo desde Japón lo frágiles de los mayores emprendimientos humanos, y el 2012 nos seguirá mostrando las consecuencias del desastre de Fukushima.
En camino hacia una sociedad renovable en Uruguay, se licitaron importantes emprendimientos eólicos y de biomasa. Tímidamente se planifica impulsar el desarrollo solar, mientras que la oportunidad de una regasificadora con Argentina se aleja en el horizonte revuelto de un Mercosur que parece haber perdido su identidad y propósito, para convertirse lenta pero seguramente en una estructura vacía de todo contenido, mas allá de los burócratas mercosurianos que buscan aferrarse a sus sillones.
Fuera del campo energético, la presencia del llamado proyecto Aratirí  nos ha mostrado como una empresa de las denominadas "Mineras Junior", una que jamás ha explotado mina alguna en ninguna parte del mundo, ha generado impulso suficiente como para que se modifique el código minero de 1982. Así en setiembre con los votos del Encuentro Progresista Frente amplio y del Partido Independiente se modificó lo referente a los cánones de explotación de los minerales y se incluyó en el código una serie de referencias al ambiente y su conservación, pero dejando a criterio de las propias empresas mineras las tareas de remediación y recuperación de las consecuencias de sus operaciones. Un claro ejemplo de poner comadrejas a cuidar los gallineros.
Más tarde en el año, sobre ese tema se generó una comisión que entre otras cosas propuso un tratamiento impositivo diferencial a los proyectos mineros de gran porte (Megaminería), limitando su espectro a los que exploten minerales metálicos. Así puedo en teoría hacer una gigantesca mina para explotar granito, mármol, caliza o carbón y no ser incluido en la definición de "megaminería". 
Específicamente Aratirí, después de que en junio le fuera rechazada su primera solicitud de autorización ambiental, presentó en octubre otra con nueva redacción y con la novedad de que planifica volcar al océano parte de sus efluentes industriales.
En otro orden, en diciembre se dió por terminada la novela del censo 2011 cuya ejecución demandó 120 días. Entre sus resultados más notables y preocupantes para el futuro del país está el estancamiento cuantitativo, y en lo cualitativo la casi inexistencia de población rural y la confirmación del envejecimiento de la población. Esto último fácilmente notable cuando se ve la reducción interanual en el número de nacimientos y en los nuevos ingresos a la enseñanza primaria.
Un tema casi ausente ha sido en 2011 el del ordenamiento territorial, en especial de la franja costera que bajo la presión creciente del desarrollo turístico evidencia sus limitaciones y es fácilmente degradable.
Otros dos temas potencialmente limitantes en la posibilidad de alcanzar un esquema de desarrollo sostenible acapararon casi la discusión política en 2011, sin encontrar resolución. Seguridad y educación. El primero que afecta la calidad de vida de los habitantes y el segundo de la posibilidad de reducir la creciente brecha entre los ciudadanos de mayores y menores ingresos, lo que muy posiblemente incrementa los problemas de seguridad en un complicado esquema de retroalimentación.
Ambos temas están muy lejanos de una solución satisfactoria y a largo plazo comprometen no solo la posibilidad de alcanzar un Uruguay renovable sino la propia vida en sociedad tal como se desarrolla hoy.
Claro ejemplo de lo complicado del problema educativo se aprecia cuando se ve la resistencia que en algunos círculos ha despertado la posibilidad de equiparar para los centros de estudio públicos, aunque mas no sea parcialmente, la posibilidad de los privados de agregar contenidos y actividades a los programas educativos oficiales.
Por suerte podemos decir que queda mucho para hacer.
Que más allá de las palabras 2012 sea un año de realizaciones.
Raúl E. Viñas