Las calificadoras todo lo pueden en esta época cuando como si fuera la maestra, todos los calificados, óncual alumnos, quieren tener la mejor calificación. Lamentablemente la confección de esos rankings no es inocente y en su puntuación se incluyen parámetros y consideraciones lejanas a los puntos que se dice califican.
Esta columna fue publicada en el semanario Voces el 30 de juli de 2022 y está disponible junto a otras ponencias en la web: https://semanariovoces.com/renunciamos-al-uruguay-natural/
Calificando calificadoras.
Hoy las calificadoras internacionales han cobrado capital importancia en temas tales como el grado inversor y como se posicionan países, regiones e incluso empresas, entre sí. De sus análisis se generan listados y puntajes que son muy difundidos y tomados como verdades reveladas aun cuando sus bases técnicas puedan ser muy discutibles.
El que nos ocupa, el ranking por un futuro “verde” (Green Future Index), que realiza el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), es uno de ellos. Para elaborar el índice de 2022, el muestreo incluyó datos hasta enero de este año y los resultados fueron originalmente publicados el pasado marzo.En ese índice nuestro país pasó de ocupar la posición 20 en 2021 a la posición 38 en 2022. De estar entre los “líderes” pasamos a ocupar un lugar de mitad de tabla entre las 76 economías analizadas, justo por encima de Nueva Zelanda que ocupaba el puesto 8 en 2021 y ahora está en la posición 39.
Si bien sabemos que la situación ambiental de Uruguay no es la mejor, y que hay mucho trabajo para hacer en estos temas, es difícil encontrar algún factor que justifique internamente esa caída en el posicionamiento de Uruguay. Tampoco aparecen factores que evidencien un gran progreso en este campo por parte de los países que ahora se sitúan mejor que el nuestro en el ranking.
La respuesta quizá haya que buscarla en los cambios introducidos en el índice para 2022, alguno muy discutible, como la inclusión de la energía proveniente de centrales termonucleares dentro de las tecnologías “verdes”. También discutible es la inclusión de la penetración de vehículos eléctricos en relación a la población, o la importancia dada al secuestro de dióxido de carbono (CO2) por sobre la búsqueda de ser “carbono neutral”. Con estos cambios, a modo de ejemplo, el Reino Unido pasó del puesto 17 al 4 y Corea del Sur del 31 al 10 en el ordenamiento general.
La inclusión en el índice para 2022 del valor de las patentes de innovación “verde” registradas entre 2016 y 2020, tomadas como porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI), llevó a Uruguay a caer del décimo al septuagésimo lugar en “Innovación Límpia”, uno de los 5 puntos que considera el índice. En ese mismo punto, con el cambio introducido, Corea del Sur subió del 64 al 8.
Anecdóticamente, no ha cambiado en el índice la consideración negativa del consumo de proteínas animales y productos lácteos en la alimentación humana, a favor de productos altamente procesados o proteínas obtenidas de la pesca. Igualmente y de manera sorpresiva, Uruguay no aparece entre los peores del ranking donde sí se encuentran Finlandia, Islandia, Suiza, Estados Unidos y Argentina.
Está claro que algunos índices internacionales, este del “futuro verde” en particular, explican poco de la situación real del territorio y podríamos decir presentan una visión poco compartible de la realidad. Quizá en lugar de ocuparnos de ellos particularmente, debiéramos prestar más atención a la situación ambiental nacional y regional, analizando con cuidado lo que hacemos y lo que dejamos de hacer en ese sentido.
En momentos en que se trata a nivel parlamentario la última modificación efectiva del presupuesto nacional hasta 2026, conviene revisar la falta de asignación de fondos a los temas ambientales, dentro de los cuales, además, más del 50% del magro incremento asignado se destina a una nueva sede para el Ministerio de Ambiente, difícil de justificar en términos operativos.
Conociendo los problemas que afectan la calidad ambiental, no todos ellos se arreglan con dinero, el aflojamiento de algunos de los muy escasos controles, como en el caso de las aplicaciones de agroquímicos y la aceptación de grandes proyectos, como el de la planta de UPM en el Río Negro, sin cumplir con las medidas ambientales mínimas para su instalación son malas señales que muestran carencias más allá de las condiciones económicas.
Que un macro proyecto como el denominado “Neptuno”, que propone tomar agua del Río de la Plata para su potabilización, sólo vaya a ser analizado ambientalmente después de que el mismo haya sido licitado, es un grave problema que lejos de ser uno económico financiero, lo es de lógica y organización, sin las cuales no es posible una adecuada gestión, ambiental o de cualquier otro tipo.
Estos “problemas” y como los enfrentemos, aún cuando no se vean reflejados en un índice, como este de “Desarrollo verde” que hoy nos ha convocado, definirán el tipo de ambiente en que deberán vivir nuestros hijos y nietos.
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