29 de noviembre de 2024

NO hubo ambiente en las elecciones

Después de la elección del pasado domingo 24 de octubre, cuya definición fue mucho más rápida de lo previsto en los pronósticos electorales de las empresas de opinión, e incluso por los equipos de los candidatos, sabemos que el presidente electo del Uruguay se llama “Yamandú”.

La campaña hacia esta instancia de balotage, al igual que la que precedió a la elección de octubre, fueron especialmente anodinas, desprovistas de discusiones reales  y unas en que se hizo patente la intención de ambos bandos de evitar cometer errores.

Los equipos y los propios candidatos evitaron compromisos y hasta cierto punto se hacía difícil entender las diferencias entre ellos. Ante la falta de propuestas claras y con una discusión más centrada en los antecedentes y características personales de los integrantes de las fórmulas presidenciales, primó el jingle y el llamado a las raíces e identidad partidaria.

Con la mención de planes que más se parecen a parches que a verdaderos iniciativas planificadas y agregando propuestas puntuales, casi populistas, centradas en entregas de dinero a diferente colectivos, los candidatos en pugna se vieron obligados por el imperio de la ley a tener un encuentro personal en televisión en el pulcramente evitaron la discusión y cada uno se atuvo al libreto que le prepararon los asesores.

En esa atmósfera artificial cada candidato se expresó sobre los temas pautados, dentro de los que no hubo mención a temas ambientales, de recursos naturales y especialmente el agua. Eso podría ser motivo de alegría porque si no se mencionan debiera de ser porque de alguna forma han dejado de ser problemas.

En el debate los dos candidatos hablaron de la necesidad de un  ”crecimiento económico”, indispensable para que la situación de la gente mejore, por el “derrame” según uno o por el incremento salarial, según el otro.

Ninguno de los candidatos mencionó siquiera la necesidad de pasar del crecimiento al desarrollo, palabra esta última casi totalmente ausente en las presentaciones y discursos de ambos candidatos. Crecer económicamente en términos de PBI (Producto Bruto Interno) puede ser el resultado de una explotación más intensiva del territorio comprometiendo a futuro su capacidad productiva.

Ejemplo de ello podría ser la plantación de soja que se cosecha y se exporta como grano, sin más agregado de valor que separar el grano de la planta. Sumado a eso que en casos de grano con exceso de humedad, se le agrega su secado. Con la soja, cuya plantación se incrementó hasta ocupar más del 6% del territorio nacional, creció la economía. Pero para que su cultivo genere “desarrollo” es necesario incorporar procesos que incrementen el valor del producto. Eso, en el caso de la soja podía ser la producción de aceite, de harina y de alimento animal lo que puede hacerse sin incrementar el uso de recursos, como el del suelo y el agua.
   
No hubo en la campaña casi ninguna mención a la necesidad de cuidar los recursos naturales y económicos, en beneficio de  los que poblarán este territorio en el futuro. Ambos candidatos están aparentemente de acuerdo con la firma de contratos de inversión entre el estado y empresas a las que se les dan beneficios y privilegios que comprometen por décadas a los uruguayos. Tanto es así que ese no fue siquiera tema de conversación.

No hay disenso entre los candidatos para aceptar mecanismos como el de la PPP (Participación Público Privada), las iniciativas privadas financiadas por estos y otras formas similares que multiplican por tres e incluso más los costos de la obra pública.

Sobre esos y otros temas tendremos que seguir trabajando desde la sociedad civil para que las urgencias y los intereses particulares no nos aparten de la meta que debe ser la de mejorar la situación de nuestros compatriotas, los de hoy y los que vendrán. 

Pero como decía al comienzo, el nombre del Presidente electo es Yamandú. Un vocablo que deriva del idioma Guaraní y según la fuente que se tome tiene dos posibles definiciones aceptadas como válidas de su significado.

La primera es la que dice que se deriva de la unión de los vocablos Yama (valiente) y Ndú (de corazón), por lo que podría interpretarse como “valiente de corazón”. La segunda relaciona el nombre a los vocablos guaraníes “Y” que significa agua y “arandú” que significa sabiduría, por lo que se podría traducir como: “Sabe del agua”. Las dos son muy significativas y esperemos que el presidente electo les haga honor.

Ahora ya pasó la elección, ya hay un ciudadano que ha sido elegido para ocupar la Presidencia de la República hasta el primero de marzo de dos mil treinta y solo queda desearle, SUERTE PRESIDENTE.

Publicado en Voces 28-11-24


2 de noviembre de 2024

La imposibilidad matemática de la democracia, ¿Vox Populi, Vox Dei?

En el Uruguay la elección de los gobernantes pasa por el mecanismo del voto con la particularidad de que el derecho de los ciudadanos a votar se traduce en una obligación, una forma de deber cívico obligatorio. Podríamos discutir sobre eso, o aceptar que es una regla del juego democrático, de alguna manera autoimpuesta, y generalmente aceptada por nuestra sociedad.

Otro tanto sucede con la imposibilidad de sufragio desde fuera del territorio nacional, algo saldado en nuestra legislación, pero que subyace y cada tanto es retomado como crítica al sistema.

De nuestro país se dice es una democracia. Eso implica una forma de organización del estado donde el poder está en el “pueblo”, un conjunto de personas que se suponen libres e iguales. En este sistema las decisiones colectivas las toma ese “pueblo” utilizando herramientas de participación directa, o indirectamente mediante representantes elegidos preferentemente mediante el voto.  

La Constitución de la República en su Artículo 77 dice que todos los ciudadanos somos electores y elegibles y presenta las bases del sufragio, entre ellas la “representación proporcional integral”.

En los hechos todos podemos ser electores, pero no elegibles porque el sufragio se canaliza exclusivamente a través de los Partidos Políticos, así nadie puede presentarse para ser electo si no integra uno, textualmente del Artículo 77:
Las listas de candidatos para ambas Cámaras y para el Presidente y Vicepresidente de la República deberán figurar en una hoja de votación individualizada con el lema de un Partido Político.

Es así que para la designación de los integrantes del Parlamento se suman los votos obtenidos por cada partido. En el caso de Cámara de Senadores, el total de los votos se divide entre 30. Eso permite determinar el “precio” en votos de un escaño en esa cámara que en esta elección estuvo algo por encima de los 76.000 votos.

El procedimiento continúa con la división de los votos obtenidos por cada partido entre ese valor, se toma sólo la parte entera y así todos los partidos que obtuvieron menos de la cantidad de votos quedan automáticamente fuera del juego. En el caso de la Elección del pasado domingo ocho partidos tuvieron menos de 76.000 votos con lo que  más de 190.000 votos no se consideraron en la elección de senadores.

La asignación directa daba 13 bancas al Frente Amplio, 8 al Partido Nacional y 5 al Partido Colorado.

En la asignación de las treinta bancas senatoriales, 16 fueron para el Frente Amplio, en promedio a 66.000 votos por banca,  9 al Partido Nacional que promedió casi 72.000 votos por banca y 5 al Partido Colorado al que cada banca le significó 76.500 votos.  

VOTOS POR SENADOR

PARTIDO COLORADO  76.500 Votos
PARTIDO NACIONAL  
72.000 Votos
FRENTE AMPLIO         
66.000 Votos


Evidentemente tanto la eliminación de los partidos que no llegan al coeficiente, como la asignación final de las bancas no cumplen con la “representación proporcional integral” y sólo por el método utilizado, que ha sido el mismo desde hace muchos años, un voto al Frente Amplio tuvo un valor casi 10% mayor en términos de bancas senatoriales que uno al Partido Colorado.

Si vamos a la cámara de Diputados, arrancamos mal cuando desde la Constitución se asigna un mínimo de dos diputados a cada departamento, independiente de su población. Sin nada contra los porongueros, un voto en Flores determina más del doble de representación en Diputados que uno de Montevideo.

Evidentemente el sistema favorece a los partidos con mayor votación, “potenciando” el valor de sus votos al momento de asignar las bancas. Eso va en contra de los partidos pequeños, generalmente nuevos, que pueden en teoría obtener un número de votos superior al  costo promedio de una banca para el partido mayoritario, pero que no son considerados, por ejemplo para el Senado, por no haber superado el cociente inicial.

La lección a aprender de esta elección es que enfrentar la instancia electoral en solitario es una mala idea, en términos de lograr representación parlamentaria. Un simple ejercicio nos permite verificar que si los votos de los partidos de la denominada Coalición Republicana se hubieran sumado en un solo lema, ese lema habría obtenido 16 senadores y el Frente Amplio 14.

La necesidad de formar las alianzas más amplias y que esa alianzas se reflejen en la votación a los lemas, es especialmente importante para partidos nuevos, si los partidos que se dicen ambientalistas y ecologistas hubieran comparecido votando dentro de un mismo lema en esta elección, habrían alcanzado un Senador,  eliminando la mayoría absoluta en la cámara de Senadores. Tendrían además potencialmente tres o cuatro diputados, número que en esta elección los convertiría en el fiel de la balanza para muchas decisiones.

Así visto queda claro que en términos de representación proporcional integral el sistema está lejos de ser perfecto y que de no modificarse las reglas, hay que adaptarse a ellas con pragmatismo, si uno decide integrarse al juego político.

Si la voz del pueblo es la voz de Dios, entonces tenemos un largo y complicado camino para mejorar esta democracia que actualmente podríamos definir como "partidocracia".

Publicado en Voces (31-10-24)