En el Uruguay la elección de los gobernantes pasa por el mecanismo del voto con la particularidad de que el derecho de los ciudadanos a votar se traduce en una obligación, una forma de deber cívico obligatorio. Podríamos discutir sobre eso, o aceptar que es una regla del juego democrático, de alguna manera autoimpuesta, y generalmente aceptada por nuestra sociedad.
Otro tanto sucede con la imposibilidad de sufragio desde fuera del territorio nacional, algo saldado en nuestra legislación, pero que subyace y cada tanto es retomado como crítica al sistema.
De nuestro país se dice es una democracia. Eso implica una forma de organización del estado donde el poder está en el “pueblo”, un conjunto de personas que se suponen libres e iguales. En este sistema las decisiones colectivas las toma ese “pueblo” utilizando herramientas de participación directa, o indirectamente mediante representantes elegidos preferentemente mediante el voto.
La Constitución de la República en su Artículo 77 dice que todos los ciudadanos somos electores y elegibles y presenta las bases del sufragio, entre ellas la “representación proporcional integral”.
En los hechos todos podemos ser electores, pero no elegibles porque el sufragio se canaliza exclusivamente a través de los Partidos Políticos, así nadie puede presentarse para ser electo si no integra uno, textualmente del Artículo 77:
“Las listas de candidatos para ambas Cámaras y para el Presidente y Vicepresidente de la República deberán figurar en una hoja de votación individualizada con el lema de un Partido Político.”
Es así que para la designación de los integrantes del Parlamento se suman los votos obtenidos por cada partido. En el caso de Cámara de Senadores, el total de los votos se divide entre 30. Eso permite determinar el “precio” en votos de un escaño en esa cámara que en esta elección estuvo algo por encima de los 76.000 votos.
El procedimiento continúa con la división de los votos obtenidos por cada partido entre ese valor, se toma sólo la parte entera y así todos los partidos que obtuvieron menos de la cantidad de votos quedan automáticamente fuera del juego. En el caso de la Elección del pasado domingo ocho partidos tuvieron menos de 76.000 votos con lo que más de 190.000 votos no se consideraron en la elección de senadores.
La asignación directa daba 13 bancas al Frente Amplio, 8 al Partido Nacional y 5 al Partido Colorado.
En la asignación de las treinta bancas senatoriales, 16 fueron para el Frente Amplio, en promedio a 66.000 votos por banca, 9 al Partido Nacional que promedió casi 72.000 votos por banca y 5 al Partido Colorado al que cada banca le significó 76.500 votos.
VOTOS POR SENADOR
PARTIDO COLORADO 76.500 Votos
PARTIDO NACIONAL 72.000 Votos
FRENTE AMPLIO 66.000 Votos
Evidentemente tanto la eliminación de los partidos que no llegan al coeficiente, como la asignación final de las bancas no cumplen con la “representación proporcional integral” y sólo por el método utilizado, que ha sido el mismo desde hace muchos años, un voto al Frente Amplio tuvo un valor casi 10% mayor en términos de bancas senatoriales que uno al Partido Colorado.
Si vamos a la cámara de Diputados, arrancamos mal cuando desde la Constitución se asigna un mínimo de dos diputados a cada departamento, independiente de su población. Sin nada contra los porongueros, un voto en Flores determina más del doble de representación en Diputados que uno de Montevideo.
Evidentemente el sistema favorece a los partidos con mayor votación, “potenciando” el valor de sus votos al momento de asignar las bancas. Eso va en contra de los partidos pequeños, generalmente nuevos, que pueden en teoría obtener un número de votos superior al costo promedio de una banca para el partido mayoritario, pero que no son considerados, por ejemplo para el Senado, por no haber superado el cociente inicial.
La lección a aprender de esta elección es que enfrentar la instancia electoral en solitario es una mala idea, en términos de lograr representación parlamentaria. Un simple ejercicio nos permite verificar que si los votos de los partidos de la denominada Coalición Republicana se hubieran sumado en un solo lema, ese lema habría obtenido 16 senadores y el Frente Amplio 14.
La necesidad de formar las alianzas más amplias y que esa alianzas se reflejen en la votación a los lemas, es especialmente importante para partidos nuevos, si los partidos que se dicen ambientalistas y ecologistas hubieran comparecido votando dentro de un mismo lema en esta elección, habrían alcanzado un Senador, eliminando la mayoría absoluta en la cámara de Senadores. Tendrían además potencialmente tres o cuatro diputados, número que en esta elección los convertiría en el fiel de la balanza para muchas decisiones.
Así visto queda claro que en términos de representación proporcional integral el sistema está lejos de ser perfecto y que de no modificarse las reglas, hay que adaptarse a ellas con pragmatismo, si uno decide integrarse al juego político.
Si la voz del pueblo es la voz de Dios, entonces tenemos un largo y complicado camino para mejorar esta democracia que actualmente podríamos definir como "partidocracia".
Publicado en Voces (31-10-24)